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Verona

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Piazza Brá Dirección

40 opiniones sobre Verona

Para algunos,la ciudad más bella de Italia

Verona es tan difícil de resumir. Su historia está ligada de una manera tan fuerte en el inconsciente colectivo con la de Romeo y Julieta que es raro encontrar a alguien que no relacione Verona con los amantes de Shakespeare. Y sin embargo, esta hermosa ciudad de la región del Véneto posee una historia que se puede trazar hasta tiempo de la antigua Roma (prueba de ello es su magnífico Anfiteatro, Porta Borsari o los restos del Foro Romano que componen la actual Piazza delle Erbe.)

Atravesada por el Río Adige y rodeada por hermosas colinas, Verona disfruta de un entorno privilegiado y de la ventaja de no atraer el turismo masificado de otras ciudades como Florencia o Venecia. Esto permite que se pueda disfrutar de la ciudad y de su patrimonio de una manera mucho más placentera. Al fin y al cabo, la gran mayoría de los turistas vienen, visitan la Casa de Julieta y se largan corriendo. Destaco sobre todo el ambiente mágico de la ciudad por la noche, cuando la actividad decrece y se puede pasear por sus calle solitarias.
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Verona, mucho más que Romeo & Julieta

Si algo nos recomendaron es ver Verona, la ciudad que se hizo tan conocida por la obra de Shakespeare y que reboda historia, arte y literatura por doquier. La ciudad es tranquila con muchos rincones que visitar.
A destacar:
- Arena di Verona: El anfiteatro romano, un edificio emblemático con buena acústica y una capacidad de 30.000 espectadores, de ahí que se hagan obras de ópera y conciertos.
- La casa Julieta: Punto de encuentro para muchos enamorados para jurarse eternidad, escribir en sus paredes y sacar un montón de fotografías.
- Piazza delle Erbe: La plaza más conocida de la ciudad en la que por las mañanas encontraréis un mercadillo lleno de color y cosas chulas para comprar.

- La torre dei Lamberti, una antigua torre medieval muy conocida en la ciudad también.
El coche tendréis que aparcarlo en las afueras (hay varios parkings de pago) por dentro de la ciudad todo es peatonal. Aprovechad para probar la gastronomía y sobre todo el vino de esta zona.
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Verona, la Córdoba Italiana

Verona, salvando las distancias con mi Córdoba, se asemeja a ella. Y no solo por su atractivo turístico, reconocido con la mención de ciudad Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, sino por sus vistas y su arquitectura.

Nota: Es recomendable ver todo lo relacionado con Julieta, etc... Es una ciudad orientada al turismo romanticón.

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Una ciudad pequeña y muy bonita

Una ciudad pequeña y muy bonita. La ciudad de Romeo y Julieta. Una ciudad para perderse por sus calles.

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Verona

Mi chico tuvo que vivir 6 meses el año pasado en Verona, así que pasé muchos fines de semana visitándole allí. Antes de que le conociese siquiera, yo tenía en mi habitación colgada una postal de Verona con una vista del puente y del río. Una vez que él estuvo en Verona, hizo prácticamente la misma foto que la que mostraba mi postal.

Una crónica de la ciudad

Este es mi recuerdo de la ciudad.

Abrazados en la esquina del balcón de piedra, los enamorados se besan y sonríen, sin miedo a parecer ridículos frente a los curiosos que merodean por los alrededores tomando incontables fotos. Ajenos a las miradas –unas celosas y otras incrédulas– los enamorados llegan desde cualquier esquina del mundo. No importa la edad o el idioma en que se hacen las promesas de fidelidad eterna, lo único que interesa a las parejas que se besan, garabatean sus nombres y atan un candado en el número 23 de la Vía Cappello en Verona, es la ilusión del amor.

Puede decirse con histórica certeza que una familia veronesa de apellido Dal Capello vivió en este palacio del siglo XII en el centro mismo de Verona, pero el balcón y la ventana ahora repetidos en incontables fotos y postales no pertenecen a la época original del edificio, fueron agregados apenas en el siglo XX, cuando ya la más hermosa y trágica historia de amor jamás escrita era conocida en todas partes y todos los idiomas. Shakespeare, escribiendo desde el frío norte de Inglaterra, decidió situar su romance en Verona, una ciudad tan intensa y absurdamente romántica, que de no existir la obra, habría que inventar otros Romeos y Julietas para recorrer sus calles.


Pero quienes viajan a Verona pueden ignorar la referencia literaria, escapar de la multitud frente al balcón y desandar la ciudad, a la vez romana, medieval y renacentista, trazando una ruta propia. Patrimonio de la humanidad de la UNESCO desde el año 2000 por la altísima calidad de los elementos artísticos de su arquitectura desarrollados ininterrumpidamente durante dos mil años de historia, Verona fue rival de la vecina Venecia durante siglos y aunque es menos famosa que su antigua enemiga, aquí también cada plaza, cada balcón de piedra y fachada cubierta de frescos centenarios, cada cornisa y torre sobresaliendo por encima de los rojos tejados, podría contar una historia de amor.

Forzado por el exilio impuesto por sus actividades políticas, Dante Alighieri llegó a Verona en 1301, y amparado por la familia Scaligeri, hizo de la ciudad su casa. Fue aquí donde el más grande poeta de la lengua italiana escribió El paraíso, la parte final de La divina comedia. Hoy se le recuerda con una gran estatua en la Plaza dei Seignori, uno de los lugares más veroneses de Verona, me atrevería a decir. Los palacios alrededor de la plaza atestiguan que en esta zona estuvo la sede del poder político desde la época medieval: el Palacio de Scaligeri, casa de la familia regente de la ciudad entre los siglos XII y XIV y donde vivió Dante, domina todo un lateral, mientras el otro extremo está cubierto por el enorme Palacio de la Razón, con su torre medieval de 84 metros de mármol y ladrillos, vigilando la ciudad y los alrededores. Cuando cae la noche la gran explanada repleta de antiguos palacios medievales con la estatua de Dante en el mismo centro tiene un aire novelesco, envuelta en las penumbras de los faroles, las nítidas luces de las velas en las mesas de los restaurantes, la oscuridad adornada por los arcos de los portales palaciegos. Esta es la más señorial e imponente de las docenas de plazas veronesas.

Justo a unos metros de allí, en la Plaza Erbe, sumida en el ajetreo de locales y visitantes durante todo el día, se pueden comprar las especies, como lo hacían los romanos ya en el siglo I, y de ahí viene su nombre de plaza de las hierbas, pero también es posible comprar ropa, bisutería y souvenirs desplegados en la calle adoquinada, frente a palacios y mansiones de todos los estilos y colores. Por la noche, la plaza tiene un aire más sosegado, con niños correteando tras balones de fútbol frente a la fuente de la Madonna. Al salir del trabajo amigos y colegas se toman el café o la cerveza en el bar de la esquina norte de la plaza, recostados a la columna de San Marco, con su león alado y frente los adornos barrocos del palacio Maffei.

El otro centro de Verona es la Plaza Bra, dominada por el imponente anfiteatro construido por los romanos en el siglo I y quizás la imagen más conocida de la ciudad. Con capacidad para unos 30,000 espectadores, cada verano la arena funciona de manera similar a como lo hiciera en tiempos romanos. El festival lírico entre julio y septiembre es uno de los espectáculos de ópera más significativos de Italia.

Si esto no fuera Italia, con monumentos centenarios en cada esquina, uno podría detenerse y, pasmado de asombro, describir la gloria de cada mansión, el esplendor de cada una de las capillas de las más de 30 iglesias y listarlas todas por sus hermandades y estilos arquitectónicos, o bien decidirse por la fachada de la catedral románica, con tres niveles y estilos constructivos, ventanas góticas y remates barrocos, las diez figuras de los profetas y medallones de las virtudes teologales. También podría intentar cantar de memoria los nombres de los más de 20 palacios y las historias de las familias que los habitaron. Sería un buen ejercicio de paciencia citar las decenas de pequeñísimas plazas cuyos nombres a veces ni aparecen en los mapas, esas que desembocan inesperadamente a la vuelta de una iglesia o a la sombra de un palacete.

Decido cruzar el puente de piedra, el más antiguo de los pasos sobre el río Adigio. A la derecha se ve una larga hilera de casas con fachadas rojizas o amarillentas y ventanas verdes que se abren directamente sobre el río, y al otro lado está el viejo teatro romano, oculto entre altos árboles. El teatro recostado a la colina programa funciones teatrales en verano, especialmente obras de Shakespeare, tal como hace más 20 siglos cuando Platón era el dramaturgo favorito. Con ánimo y buenas piernas se sube a la cima de la colina, en busca del jardín Giusti con su laberinto, sus esculturas, el bosque de fondo. A la sombra de los cipreses y con esta ciudad al otro lado del río, uno se entrega a la imposible tarea de esculpir en la memoria la imagen definitiva de Verona.•
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Información Verona