A medida que nos adentramos en los...
A medida que nos adentramos en los Pirineos, el río Noguera Pallaresa se convierte en una maravillosa avalancha de espuma blanca y agua gélida. Salvaje e impetuoso, el río es dueño de una accidentada comarca conformada por ‘les Valls d’Àneu’. El valle principal, que corre de sur a norte, tiene al pueblo de Esterri d’Àneu como centro.
Como otros bellos valles pirenaicos catalanes, la Vall d’Àneu fue hasta hace poco tiempo un mundo escondido. A pesar de la vida sencilla y austera de su gente, la historia lo dotó de tesoros arquitectónicos. Puentes medievales y preciosas iglesias románicas a lo largo del Noguera Pallaresa son testigos desde el Medioevo del antiguo Camino Real a Francia. La Vall, salpicada de minúsculas aldeas silenciosas, en su mayoría sólo habitadas por una veintena de aneuences, es un nido de tradiciones y costumbres. La más entrañable gira entorno a la ‘fusta’ (madera en catalán) y se conmemora con una gran fiesta anual. La industria fustera o maderera fue durante siglos parte de la vida diaria de la gente de Àneu. Tuvo tres protagonistas: El denso bosque autóctono, el Noguera Pallaresa, medio de transporte de la madera una vez que era cortada, y el hombre, avocado a un trabajo peligroso y sacrificado. Hoy la industria fustera ha desaparecido del valle, sin embargo todavía se escuchan conmovedoras historias de diestros ‘picadors’, encargados de talar los árboles, y audaces ‘raiers’, responsables de llevar los troncos convertidos en rudimentarias ‘rais’ -o embarcaciones- por el río hasta el lugar de destino.