Torre de Comares - Salón de los Embajadores

Caminas a lo largo del equilibrado, sencillo y acogedor Patio de los Arrayanes, absorto en tus pensamientos, en tus ilusiones, en todo aquello que este lugar evoca, y de repente, llegas a la antesala de la que es quizás la estancia más sobrecogodora de los palacios nazarís. Pero antes, La Sala de la Barca nos sirve como recibidor, como lugar de paso entre el sueño del patio y la realidad de la estancia del trono. Una sala abovedada, profundamente adornada y alicatada que merece nuestra atención. Aquí, tomar aire, relajaros y preparaos para lo que viene!.

Pero, como todo en la Alhambra, una vez has visto algo impresionante, llegas a otro lugar que te hace emmudecer. El Salón de los Embajadores es esplendoroso. Todo en esta sobrecogedora estancia está diseñado para impresionar, sientes que estas en un lugar onírico, de invencibilidad, atemporal, etéreo, a veces da la sensación de que flotas en ese halo de misterio que produce el perfecto contraste de luces y sombras. Los halos de luz que entran desde los miradores hacía el Albaicín parecen creados por una mano divina.

Un complejo trabajo de estucados, artesonados con repetidas alabanzas a Alá. A veces uno no sabe si esto es un lugar palaciego o un lugar "sagrado". Aquí, nos encontramos con el primero de los techos impresionantes que nos recuerdan el cielo del islam. Con 25 metros de altura, realizado en piezas de cedro pintado que asemeja los siete cielos del paraíso islámico. Y yo me pregunto, pero, ¿cómo no quedarse embobado ante magnífica obra de arte?.

La intimidación se consige con el juego de luces y en los tiempos en los que vivía el sultán, el trono estaba situado de una manera que enfatizaba su poder y su figura. Los arquitectos tuvieron que ingeniarselas para realizar una estancia donde el efecto fuera deslumbrador, y así lo consiguieron gracias a las Cumarias (vidrieras) que dan nombre al Palacio que contiene esta espectacular sala.

Esta sala, es toda una proeza basada en fórmulas matemáticas que le dan ese halo de perfección. Después los ricos trabajos de estuco, las continuas poesías, cenefas y todo el conjunto de juegos de luz, hacen de esta estancia la protagonista del Palacio de Comares.

En uno de los arcos reza: "Dí pocas palabras y saldrás en paz", yo lo hago y os aseguro que una paz infinita recorre mi cuerpo ;-). Es decir, estoy tan muda que poco puedo añadir. Solo puedo decir gracias, gracias a la infinita capacidad humana para crear lugares como este, donde la tierra y el cielo se juntan y te sientes feliz;-).