Tío Agus, una religión
El Agus, el Agus, el Agus... Aunque los logroñeses son algo reacios a recomendar un bar concreto ("si es que... ¡cualquiera merece la pena!", me decían con razón cuando pedía consejo), buceando en la red leí varias veces sobre el Bar Lorenzo, conocido con el sobrenombre de Tío Agus, como parada esencial en la ruta de los pinchos. Así que allí me planté a comprobarlo. Y madre mía con el Agus.
La especialidad de la casa es precisamente la que le ha dado nombre: el montadito Tío Agus, un bocatín de pincho moruno y misteriosa salsa verde (la salsa de la abuela Damiana, de receta exacta desconocida pero, intuyo, hecha con aceite, perejil, pimentón y diversas especias) que encandila a todo el que lo prueba. A mí la primera: no me gusta exagerar pero increíble es poco. Qué rico.
Para que os hagáis una idea, el invento tiene página en Facebook con casi 2.000 fans y comentarios como "ya era hora de hacerme admirador de algo en Facebook que no fuese una santa chorrada. Agus: eres el verdadero Dios, el ayatolá del picoteo, el gran kahuna de la Laurel". Y no seré yo quien les quite la razón...
Por lo demás, local amplio, en rojo, negro y con una foto en blanco y negro al fondo que le da un aire más moderno que el de otras tabernas de la zona. El corto más pincho, 2,20€. Yo diría que el mejor sitio para empezar la ruta por su situación casi al principio de la Travesía Laurel, pero, en cualquier caso, más que imprescindible: básico para conocer y degustar lo mejor de la cultura del pincho logroñesa.