La imagen perfecta
Sabía que cuando llegara el momento de escribir este rincón tendría un choque de sentimientos.
Antes de ir a Bali, decenas de años antes, la imagen mágica que tenía de la isla se resumía prácticamente en la visión de este templo flotando sobre las aguas del Lago Bratán. Una imagen entre espiritual y rural, alimentada por guías de viaje y revistas obsoletas y caducadas con un aire de rancio romanticismo.
Al llegar, un mini parque de atracciones sacudío mi recuerdo.
Primero, una arquitectura de alta montaña que como si de una suiza oriental se tratara, gobierna e invade todo el perímetro del lago; un parking organizadísimo, que cual IKEA te obliga a pasar por todos los puestos de venta de recuerdos y demás inutilidades hasta que, después de pagar una entrada accedemos al recinto por un jardín cuidado con todo esmero y detallismo.
Y por fin aparece el templo, restaurado hasta la saciedad, embellecido al gusto oriental que tanto nos atrae a los occidentales, pero sin ese tono sepia, decadente que tenía en mi recuerdo.
Vuelta de tuerca. Estoy aquí guardo esa imagen en la mente y percibo la actual, la que me enseña un templo del siglo XVII, no más antiguo, que hasta hace poco era propiedad exclusiva de las cañas y las percas del lago, pero al que su fotogenia ha cambiado la vida.
No menos se merece Danu, la diosa del lago, ni Buda, que tiene una pequeña stupa con varias imágenes suyas orientadas hacia los puntos cardinales.
La imagen, lo reconozco, sigue siendo inolvidable, mantiene un poquitín de magia, un resquicio de la que permanece en el fondo de mis recuerdos.
Intentaré juntar las dos sin eliminar ninguna. El tiempo pasa y las imágenes de hoy se volverán sepia...


