Las luces del pasado
Era costumbre en los constructores romanos, tal y como ya hacían los griegos en su tiempo, aprovechar los fuertes desniveles que encontraban en las tierras donde decidían levantar las grandes ciudades que serían orgullo de Roma, para excavar en la propia roca gran parte de la estructura de sus famosos y vitales teatros.
El de Tarragona fue dotado de una forma elíptica debido a la amplitud natural del terreno, a su localización fuera del recinto amurallado de Tarraco y sobre todo para crear el telón de fondo que constituye el inmenso Mediterráneo. Todo era poco para un espacio vital para los habitantes de la ciudad, acostumbrados y adictos a la celebración de espectáculos donde los gladiadores y los animales salvajes luchaban hasta a muerte. Sed de sangre.