Roberto Gonzalez
La pequeña aventura submarina
Ni por asomo podía imaginarme que en Mogán, el precioso pueblo que fue en su día de pescadores y hoy uno de los múltiples focos del turismo grancanario, podría encontrarme con una atracción diferente y única en Canarias y que fuera tan apasionante como el Submarino Amarillo.
Ya desde que vemos de lejos el ingenio, con su llamativo color emergiendo del agua, nos imaginamos emulando a los protagonistas de 20.000 Leguas de Viaje Submarino, y sabiéndonos afortunados porque probablemente será la única oportunidad que tengamos de viajar en un submarino.
Cuando pisamos su cubierta ya vamos entrando en la película, como los Nemo del siglo XXI nos preparamos para ver y ser vistos a decenas de metros de profundidad.
Así que entramos al corazón de la máquina, cerramos la escotilla y tomamos asiento frente a uno de los ojos de buey a la espera del espectáculo que se desarrollará ante nuestros ojos.
Una selección de música clásica, con El Lago de los Cisnes como principal tema, acompaña la inmersión del sumergible que llegará a una profundidad de entre 20 y 30 metros.
Poco a poco y aunque el agua está un poco turbia por las recientes lluvias caídas vamos viendo el fondo y como según nos vamos alejando del muelle aparecen más habitantes de las aguas como salemas, sargos, bocinegros, galanas y fulas.
En un momento determinado acuden en tropel cientos de peces ante la comida que le proporciona el submarino, y luego lo acompañan, acercándose tanto a los ojos de buey que por un momento nos sentimos observados, como si estuviéramos dentro de una pecera y sirviéramos de distracción a los peces.
Pero no solo los peces salen a nuestro encuentro, ya que un grupo de buzos parecen disfrutar del espectáculo del artilugio que se desliza silenciosamente por el fondo, y nos ven pasar mientras por megafonía oímos avisos como los que se dan en un submarino: bajada de profundidad, presión, simulación de emergencia...todo para hacernos sentir cada vez más implicados en la aventura acuática.
Pero lo mejor está por llegar. De repente, unas torres metálicas aparecen ante nuestros ojos, son los restos del casco y de la estructura del Cermona II, barco pesquero de 32 metros de eslora que se ha convertido en hogar de multitud de especies marinas.
Mientras observamos el pecio, la música envuelve el momento y casi queremos quedarnos abajo para siempre cuando escuchamos la orden de emerger.
Poco a poco vamos subiendo, con el silencioso ronroneo de los motores eléctricos ( para no dañar el medio ambiente) hasta llegar a la superficie.
Cuando salimos, como si despertáramos de un sueño, miramos al mar y es cuando nos damos cuenta de que hemos compartido espacio con un mundo de maravillas que nos esperan cada vez que queramos bajar a deleitarnos con ellas en el singular Submarino Amarillo. Una experiencia única.
Una selección de música clásica, con El Lago de los Cisnes como principal tema, acompaña la inmersión del sumergible que llegará a una profundidad de entre 20 y 30 metros.
Poco a poco y aunque el agua está un poco turbia por las recientes lluvias caídas vamos viendo el fondo y como según nos vamos alejando del muelle aparecen más habitantes de las aguas como salemas, sargos, bocinegros, galanas y fulas.
En un momento determinado acuden en tropel cientos de peces ante la comida que le proporciona el submarino, y luego lo acompañan, acercándose tanto a los ojos de buey que por un momento nos sentimos observados, como si estuviéramos dentro de una pecera y sirviéramos de distracción a los peces.
Pero no solo los peces salen a nuestro encuentro, ya que un grupo de buzos parecen disfrutar del espectáculo del artilugio que se desliza silenciosamente por el fondo, y nos ven pasar mientras por megafonía oímos avisos como los que se dan en un submarino: bajada de profundidad, presión, simulación de emergencia...todo para hacernos sentir cada vez más implicados en la aventura acuática.
Pero lo mejor está por llegar. De repente, unas torres metálicas aparecen ante nuestros ojos, son los restos del casco y de la estructura del Cermona II, barco pesquero de 32 metros de eslora que se ha convertido en hogar de multitud de especies marinas.
Mientras observamos el pecio, la música envuelve el momento y casi queremos quedarnos abajo para siempre cuando escuchamos la orden de emerger.
Poco a poco vamos subiendo, con el silencioso ronroneo de los motores eléctricos ( para no dañar el medio ambiente) hasta llegar a la superficie.
Cuando salimos, como si despertáramos de un sueño, miramos al mar y es cuando nos damos cuenta de que hemos compartido espacio con un mundo de maravillas que nos esperan cada vez que queramos bajar a deleitarnos con ellas en el singular Submarino Amarillo. Una experiencia única.
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