Antiguo puerto comercial
Singaraja se planteaba antes de que la visitara como un lugar interesante, sin mucho que ver pero con algún que otro atractivo.
Al llegar, el intenso calor nos obligó a reducir la visita a prácticamente dos calles, las que entra a la población y una peatonal que llevaba al antiguo muelle.
Nos llamaba la atención porque con sus mezquitas junto a la orilla, sus templos y su mercado resultaría un lugar agradable para pasear, si no fuera por el calor sofocante.
Así que decidimos echar un rápido vistazo a las casas del río Buleleng, herencia de las comunidades de comerciantes chinos y que tanto recuerdan a las de su país de origen, y de la misma forma una visita exterior al templo chino, con las clásicas tejas rojas y decorado con paneles de caligrafía dorada, también pagado por los comerciantes orientales.