Late llena de vida
Este paraíso boscoso, surcado por arroyos que reviven con las lluvias de primavera y habitado por varias especies de animales, fue refugio de seres humanos desde miles de años atrás. Cuevas y oquedades les sirvieron de resguardo en el Paleolítico; luego, cuando aprendieron a sembrar y domesticaron al ganado, se asentaron en los cerros más bajos que circundan a la Sierra de Espuña. Desde allí miraban a los abrigados y fértiles valles donde cultivaban su alimento y pacían sus rebaños. Con la invasión musulmana, la región se convirtió en tierra fronteriza. Entonces sobre esos remotos asentamientos los árabes fundaron ciudades y construyeron fortalezas. El tiempo volvió a rodar, y luego de la Reconquista los hombres no sólo intensificaron la agricultura y la ganadería, sino que aprovechando los ricos bosques de la Sierra se surtieron de madera para leña y otros múltiples usos. Así comenzó una larga y despiadada explotación forestal que finalizó en la segunda mitad del siglo XIX, cuando de los espectaculares encinares y pinares de la Sierra de Espuña no quedaba prácticamente nada: La región se había transformado en un gran desierto de tierra estéril y viva roca.