Salpicada de dólmenes y rodeada de ...
Salpicada de dólmenes y rodeada de mitos, la Sierra de Aralar, el gran macizo compartido entre Guipúzcoa y Navarra, invita a perderse en sus sugestivos hayedos y a explorar sus espectaculares roquedos. Del lado vasco, el macizo muestra paredones de roca viva, simas profundas y gargantas estrechas que se elevan sobre verdes praderas. Del lado navarro, los bosques de hayas, robles y avellanos parecen un escenario mágico.
La ruta que propongo comienza en la preciosa Tolosa, en Guipúzcoa, hasta el altísimo Santuario de San Miguel, en Navarra. En el camino nos aguarda un paisaje estremecedor. Los caseríos miran al sol y hacia los prados que ruedan hacia el invisible aunque cercano Cantábrico. Las diminutas aldeas se suceden: Altzo, Ugarte, Amezketa, Abaltzisketa, Gaintza y Zaldivia -bella aldea donde se encuentra la ermita de Larraitz, principal acceso al imponente monte Txindoki-, se asoman al estrecho camino que parece llevar directo a los espectaculares farallones de la Sierra de Aralar, que en Guipúzcoa tiene condición de Parque Natural.
Navarra muestra una Sierra de Aralar distinta: Hayas, avellanos y robles tapizan las faldas de los montes dándole al paisaje un aspecto y un colorido diferentes. Desde Extarri-Aranatz, primer pueblo navarro, la carretera se adentra en un valle precioso que tiene al monte Beriain como imponente guardián. En Uharte-Arakil un antiguo camino trepa once kilómetros hacia la cumbre del Artxueta, donde está emplazado el Santuario de San Miguel in Excelsis, un tesoro arquitectónico medieval que guarda, además de un retablo románico del siglo XII de increíble belleza, la imagen de uno de los santos más venerados de Navarra. Llegar al antiguo santuario deja a uno demudado, tales son sus fabulosas vistas.
El camino que une San Miguel con Lekunberri, población más importante del Valle de Larraun, es simplemente hermoso. Bosques, restos de dólmenes entre tupidos helechales y cristalinos nacederos de regatas, conforman una de las zonas de la Sierra de Aralar más fascinantes.
Aunque es posible apreciarla desde otros sitios, la más impresionante fachada de la sierra se disfruta en su total magnitud desde los pueblecitos de Betelu, Intza, Arribe-Atallu, Gaintza, Uztegi y Azkarate, todos situados al pie de las Malloas. Estos paredones de roca caen 1000 metros casi verticales sobre el valle de Araitz. Las costumbres de quienes habitaban un paisaje tan empinado son singulares: Hubo un tiempo no muy lejano en que las gentes del valle de Araitz tendían sogas desde las alturas hasta los caseríos para bajar los fardos de pasto... Cuentan también que los ‘segalaris’, para no desbarrancarse, se ataban a los árboles mientras cortaban la hierba.
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