Grandes pasos lentos.
La noche estaba fría, y lo sabíamos pero en ese momento el calor del arrepentimiento inundaba nuestras almas, haciendo que lo emanaramos a todo lo que nos rodeaba; a veces uno que otro suspiro frío de la noche chocaba con nuestras cabezas que sobresalían unas que otras sobre la multitud que marchaba ese día. Los bombos, los clarinetes como trompetas lloraban con cada marcha al compás de nuestros lentos pasos, acompañados de unas velas derretidas que parecían que sabían lo que estaba pasando: una multitud de personas que parecían arrepentidas por sus pecados. El olor a cabello quemado, el hermoso y unico aroma a incienzo atiborraba aquel escenario, más sudor con perfume y a veces lagrima con esperma de vela que inundaba las calles con cada paso que esos católicos y no católicos daban.