Una cápsula de tiempo en la Ciudad de México
Las ancestrales voces en náhuatl se esparcen por el viento. Hombres, mujeres y niños recorren las calles al amanecer rumbo al campo, el mercado o la casa de los mayordomos para ensayar las antiguas danzas y los cantos aztecas que interpretarán en la fiesta en honor a la Señora Santa Ana, patrona del lugar. Son los antiguos ritos dedicados a Ehécatl o Tezcatlipoca, pero que hace siglos fueron adaptados a la religión católica con la conquista de México.
Desde entonces la fiesta no ha parado y cada año el pueblo entero se reúne para celebrar, al sur de la Ciudad de México, una fiesta perdida en el tiempo y el espacio. La gente se disfraza, canta, baila y come al son de la chirimia, la banda de viento y los tambores, al tiempo que agradece a la Señora Santa Ana por un año más y pide a Tonantzin, la madre tierra, un nuevo año de prosperidad.