Esta historia trascurre por carretera....
Esta historia trascurre por carretera. En la India no se miden las distancias en kilómetros, sino en horas de carretera. Nosotros tomamos la “autopista nacional” que une Nueva Delhi y Jaipur, la capital del Rajasthan. Entrecomillo lo de autopista, porque tardamos en recorrer ambos puntos casi un día en autobús. Y aunque fuera “autopista” te podías encontrar perfectamente camiones de cara y otros peligros que aquí ni nos imaginamos como vacas y animales, obras sin señalizar, carriles sin delimitar…
En fin, que carretera y manta con parada incluida en Samode. Esta pequeña localidad no aparece en las guías, o si aparece lo hace con letras pequeñas. El objetivo de este alto en el camino fue hacer parada y fonda para contemplar el majestuoso Samode Palace. Un hotel que antiguamente era un palacio muy opulento.
Pero no voy a hablaros de este palacio, que no se porqué razón se visita en todos los viajes organizados al norte de la India.
Lo que realmente me llamó la atención fue Samode. No estaba previsto parar en el pueblecito. Sin embargo, fuimos muy insistentes con el guía y detuvimos en una localidad donde los niños sacaban el agua de los pozos y se podían contemplar restos del antiguo esplendor de los maharajas del Rajasthan. Y digo restos porque en las casas tradicionales o havelis se podía apreciar algo de pintura como si de una pintura rupestre se tratara.
Samode es un pueblo muy humilde y da la impresión que apartado de la mano de Dios. Esta parada improvisada nos sirvió para descubrir la India más auténtica.
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