Cuando salimos de Lucena ya íbamos ...
Cuando salimos de Lucena ya íbamos tarde para almorzar. Pasamos por un centro comercial pero estaba todo cerrado así que nos conjuramos a parar en el primer sitio que encontrásemos. Salíamos por la carretera de Puente Genil y, tras una suave curva, vimos a mano izquierda una venta de carretera. Sobre ella un letrero indicando que se trataba de un restaurante. Pensamos que teníamos suerte y paramos.
Aparcar fue fácil porque lo que allí sobraba era terreno libre. Nos bajamos y vimos que se trataba de un edificio de dos plantas, en cuyo porche se habían instalado unas mesas. Pasamos al interior y preguntamos por el comedor. Una señora, que luego se identificó como la propietaria, nos dijo que podíamos elegir entre comer fuera o en alguna mesa de la cafetería.
Como no teníamos tiempo de buscar otra opción nos sentamos en una mesa de jugar al dominó, en una de las fotos se ve la mesa más cercana con algunas fichas encima. No somos muy tiquismiquis pero habríamos agradecido un comedor con aire acondicionado porque muy pocos grados faltaban para los cuarenta y allí se comía a temperatura ambiente.
El servicio fue rápido, un muchacho y una muchacha a los que ayudaba la propia propietaria. Por lo que nos ofrecieron la carta se compone de comida casera fundamentalmente, cocina tradicional andaluza y algunos platos de pescado. Elegimos unas morcillas de cebolla que acompañamos con un picadillo de tomate en aceite que nos regaló la casa. De plato principal unas bandejas de filetes muy bien cocinadas. Con el postre consiguiente la cuenta se elevó a unos veinte euros, nada del otro mundo.
La cocina bien, todo en su punto y con buen sabor. Bastante rápidam tardaron poco en servirnos, sólo éramos dos comensales en el establecimiento pero no notamos la espera. El servicio atento, gente joven que está aprendiendo pero que pone voluntad. Yo no tengo queja alguna respecto a la comida, realmente nos gustó y se nos sirvió en cantidad suficiente.
Mientras comíamos se originó una conversación en la barra sobre la conveniencia al dar el cambio de no guardar nunca el billete dado por el cliente, para evitar que pueda pedir más cambio de la cuenta. Dicha conversación nos duró todo el almuerzo, hasta tal punto que para finalizarla me fui a la barra con un euro y le dije al camarero que me diera cambio de 500 euros, que es lo que le había entregado.
Luego le pedí permiso para echar algunas fotos en el interior y no tuvo inconveniente. Pero, eso sí, me asomé al comedor y le eché una foto y la propietaria se puso hecha un basilisco, afirmando que ella sólo abre el comedor los fines de semana que inician el mes. Obsérvese el detalle de que estábamos un domingo 5 y como tenía poca clientela no abría el comedor y quien quisiera comer que lo hiciese a temperatura bochornosa.
En fin, que resumiendo comida tradicional a un precio aceptable, bien cocinada pero en una venta que comprendo que tenga tan pocos comensales, porque se pasa mucho calor almorzando mientras su comedor permanece cerrado.
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