Antes que en Nueva York
Dicen que los conquenses se precian de haber inventado los rascacielos. Y deben llevar razón, porque ya en el siglo XV, los habitantes empezaron a levantar grandes moles de hasta 11 pisos que se amoldaban como plastilina y quedaban pegados, fundidos, con la pared rocosa donde sus constructores tenían a bien edificarlos.
Por eso ahora, el barrio de San Martín, y concretamente la calle de Alfonso VIII, es un museo al aire libre donde se pueden admirar las pericias y artes de los constructores que hasta el siglo XX, se atrevieron a desafiar las leyes de la gravedad y del equilibrio, para mostrarnos por un lado lo que parecen ser estructuras relativamente bajas, de tres o cuatro pisos, y luego maravillarnos con una caída en picado sobre las hoces de los dos ríos que guardan la ciudad.
Pintados en alegres colores que van desde el crema muy claro, pasando por todos los tonos de azul o rojo y llegando a unos añiles que parecen querer atraer todas las miradas, los rascacielos de Cuenca son, sin duda, un atractivo más de la maravillosa ciudad de Cuenca.


