Pyrgos

Cuando preparaba el viaje a Santorini, todo el mundo me hablaba de Oia y Thira, pero poca gente me habló de Pyrgos.

Un día que llovía decidimos recorrer un poco la isla con el coche y llegamos a Pyrgos. Me encantó. Está en lo alto de una colina y es un pueblo encantador, a parte que tiene dos de los sitios donde comimos mejor en Santorini.

Me recordó mucho a Peñíscola, pero al estilo de las Cicladas. Calles empedradas, pueblo construido rodeando al castillo, que está en lo alto de todo, tiendecitas de souvenirs durante todo el recorrido, y unas vistas increíbles desde arriba del todo.

La majestuosa Santorini guarda tantos rincones que dejan sin aliento que difícil pararse a comentar cada uno de ellos. Sin embargo, la mayoría de ellos están tan concurridos y cambiados por el turismo, que le restan esencia al lugar. Es el caso, por ejemplo, de la famosa Oia, con sus puestas de sol, sus casas de arquitectura blanca inmaculada, sus vistas al Mar egeo y a la inmensa caldera...pero si lo que quieres es disfrutar de un verdadero pueblo tradicional en la isla de Santorini, pasear por los años de vida de esta isla y dejarte seducir por su encanto, Pyrgos es tu lugar.
El encantador pueblo de Pyrgos se halla en lo alto de una colina al sur de la isla y, cabe destacar, que fue la capital de la isla de Thira hasta entrado el siglo XIX. Se encuentra dominado por un castillo veneciano, desde el cual se disponen las típicas casas de paredes blancas que reflejan cada rayo de luz, contrastando con las puertas y ventanas de madera antigua en colores vivos, tonos azulados dominantes, que se dejan entrever a través de sus calles estrechas y suelos empedrados con un encanto singular.

Casi pasamos de largo por el pueblo más alto de la isla de Santorini, ... y menudo descubrimiento!
Vistas espectaculares, callejuelas blancas infinitas, burros trotando colina arriba y varias iglesias coronando la cima.
Nos paramos en mitad de la carretera y subimos andando hacia el pueblo, a unos 10 minutos, y enseguida nos dimos cuenta de que mereció la pena parar unas horas en nuestro camino para conocerlo.