Puerto Maya: Mágica
La bahía de Puerto Maya está cargada de magia, esa es la impresión que produce al mirarla. Su playa se encuentra entre dos montañas y si se llega al amanecer se podrá ver a los hombres del pueblo tejiendo redes, sacando los botes al mar y regresando horas más tarde con el sustento del día a sus hogares. Este poblado fundado a mediados del siglo XIX ha vivido históricamente de la pesca. Sus habitantes se enorgullecen al decir que casi todos son familia: Mayora es el apellido que abunda en esta tierra, Agapito uno de los hombres más viejos del pueblo. Tuvo 24 hijos y casi el doble de nietos, recuerda que cuando llegó a Maya el lugar era solo hierba “por lo menos hoy hay casas”. En Maya pasan el día entre las dos calles que conforman el caserío, ambas están asfaltadas, aunque el camino que se utiliza para llegar hasta acá sea de tierra y más que eso. Los mayenses ni se preocupan, pues dicen que eso les ha permitido seguir manteniéndose vírgenes, “sin mucho turista”. Sin embargo, las casas son preparadas como posadas para las temporadas altas.
Este es el típico pueblo costero, donde los hombres pescan, las mujeres caminan de un casa a otra para contarse las historias del día, los niños van a la escuela que alberga unos 200 estudiantes y después juegan toda la tarde en las calles, y los pocos turistas que van, se sientan a disfrutar de la tranquilidad de este poblado y la belleza de sus paisajes. En el medio del caserío se levanta una pequeña estructura. Esta es la iglesia del pueblo, sencilla, con bancos de madera y un pequeño altar con imágenes desconchadas, entre ellas la de San Miguel, que vigila los destinos de sus habitantes. A él le celebran su fiesta y es una de las fechas del año donde se ven rostros extraños entre los nativos. El 27 y 28 de septiembre de cada año. Ese día se baila y se reza, se hace sancocho para todos, principalmente para los turistas, porque esta es su celebración más importante. Al igual que en carnavales, semana santa y algunos fines de semanas de las vacaciones de agosto, el pueblo se abarrota de personas que caminan de un lado a otro. Para esa fecha es cuando los pescadores dejan gran parte de lo que sacan del mar en el pueblo para la venta, y los jóvenes bajan cocos de las alturas, para su deliciosa agua está a la orden del día y así apaciguar el calor.