Camino intentando que no me lleve el...
Camino intentando que no me lleve el viento y que no me salpiquen las olas enloquecidas del Cantábrico. Cuando doy la vuelta al monte Urgull el paisaje cambia súbitamente; ahora, cerca del puerto, el mar se ha serenado, el viento ha menguado. Como si fuera una perfecta ventana, rueda mi mirada a través de la ‘Construcción vacía’, la impresionante escultura de Jorge Oteiza. Ante mí aparece la bahía de La Concha enmarcada por montañas verdes, la lejana lonja de arena de la extensa playa, pequeños veleros en el agua mansa, la isla de Santa Clara, el Monte Igueldo en los confines de la bahía, cerrándola, como si allí se acabara el mundo.
Bordeo el Aquarium, bajo escaleras talladas en la piedra, camino entre barcas pequeñitas dormidas sobre los espigones grises. Estoy en el puerto donostiarra. Antiguo, precioso, resguardado bajo la ladera rocosa del Urgull. Se suceden rústicos restaurantes de pescado y mariscos, sencillas casitas blancas de pescadores. El aire huele a mar y a mariscada, las redes pardas se amontonan bajo los soportales, los grandes pesqueros descansan en el agua aceitosa, las mujeres venden cucuruchos de ‘kiskillas’ y ‘karrakellas’ -diminutos camarones y caracolillas-, viejos marineros con la cara agrietada por el viento fuman un puro sentados al sol.
Pocos puertos más encantadores que el de bella San Sebastián.
![](https://images.mnstatic.com/02/5e/025e428edd55686e3b645f6b686aad5d.jpg?quality=75&format=png&fit=crop&width=65&height=65&aspect_ratio=65%3A65)
![](https://images.mnstatic.com/fd/d2/fdd2fdb8c311fa3088b1119d90e72d47.jpg?quality=75&format=png&fit=crop&width=65&height=65&aspect_ratio=65%3A65)
![](https://images.mnstatic.com/70/f0/70f0eb179871f0e5b2d762f78723f60e.jpg?quality=75&format=png&fit=crop&width=65&height=65&aspect_ratio=65%3A65)