Buscaba un lugar para divagar, para...
Buscaba un lugar para divagar, para evadirme sin rumbo ni destino y para eso no hay otro sitio más tranquilo que el puente romano de Mérida. Según empiezas a cruzarlo no lo parece, pero podría llegar a ser interminable si no fuera por el Guadiana, el paisaje y la buena conservación de la ingeniería romana.
Tengo entendido que fue la primera obra que hicieron los romanos al crear la ciudad. Emerita Augusta se convertiría en algo así como el retiro, el asilo de los grandes soldados. Es decir, en una de las grandes ciudades del imperio por estas latitudes hispánicas.
Yo me pierdo en el vacío de la piedra, con el Alcazaba al fondo y la armonía de los 60 arcos del considerado segundo puente más largo de los romanos tras el del Danubio.
El paseo, enmarcado entre altas farolas, es exclusivamente peatonal y a determinadas horas del día es probable que tus pasos, los casi mil que hay que dar para cruzarlo, sean los únicos que crucen las orillas del Guadiana por esta vía. A mano derecha, desde el Alcazaba, se contempla el puente moderno, por donde sí cruzan coches y personas con prisas hacia la estación de autobuses o el centro de la ciudad. Yo me quedo a este lado, me siento a mitad de camino y pido un deseo. No está escrito que se cumpla, pero quien sabe qué pasará.
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