El gran telón de las conquistas
Riquezas, gloria, nuevos territorios, nuevas almas para la iglesia, nuevas oportunidades para quien no las pudo tener en el Viejo Continente....Eso y mucho más esperaba al otro lado del tenebroso océano a aquellos que tuvieran los arrestos suficientes para embarcarse en los cascarones y balsas que en la era de los grandes descubrimientos flotaban apenas en mar.
Duro era el camino. Meses de travesía y años de expediciones en tierra firme, luchando contra enfermedades, climas adversos y flechas envenenadas.
Muchos cayeron; miles de almas y cuerpos que con su sudor y su sangre ayudaron a levantar un imperio que fue envidia de muchos países. Y como telón de fondo de toda esta tragicomedia estaba Belem.
Que menos que, aunque tarde, acabar de ornarla como se merecía, con un centro que fuera núcleo de las joyas que la rodeaban.
Así que se decidió remozar el espacio y construir una plaza de 280 metros de lado, convirtiéndola en una de las más grandes de Europa. En el centro de la plaza se encuentra un jardín de 3.300 m² con una gigantesca fuente en el centro.
Antes dije que se construyó un poco tarde, en la época en que con esa saudade de grandezas se rememoraba el pasado, en la Exposición del Mundo Portugués de 1940.
Ahora no sólo sirve de homenaje y recuerdo de un Imperio y de las fuerzas vivas que los construyeron, sino que sirve como pequeño pulmón para respirar un pasado, un presente y un futuro.