Acogedor, tranquilo y tradicional, con un toque chic
En el hotel Yide pernoctamos una noche de agosto del 2012 durante un viaje de dos semanas por el norte de China y disfrutamos mucho de la estancia.
En la estación nos vino a recoger un rickshaw para llevarnos al hotel por 20 yuanes. Es recomendable si es la primera vez que visitas la ciudad para no tener que buscar el hotel con equipaje a cuestas. Cuando llegamos ante la fachada del hotel, encajada al fondo de un callejón, pensé que no iba a ser nada del otro mundo, pero estaba completamente equivocado, y es que no hay que juzgar por las apariencias. Después de registrarnos en el hotel, pasamos a uno de los patios interiores y de repente cambió todo: era un espacio tranquilo, limpio y muy cuidado, con una mesa al aire libre y varias sillas, todo hecho de ladrillos grises chinos, con varias puertas de las distintas habitaciones alrededor. Fue como viajar atrás en el tiempo o estar de repente dentro de una de esas películas históricas sobre China. Ese patio invitaba a quedarse ahí a tomar el fresco. Y es que, aunque ahora es un hotel moderno totalmente renovado, el edificio lo construyó un rico mercader en el año 1736, por lo que la historia del lugar se respira en el ambiente.
Entonces una de las empleadas nos abrió la puerta de nuestra habitación y entramos. Era una habitación doble con baño, tele plana, wi-fi y aire condicionado, pero había dos cosas que la hacían ser excepcional: la cama y la decoración. La cama es de estilo Kang, muy bonita, es un tipo de cama tradicional chino que se inventó durante la dinastía Han, nada menos, y que demuestra lo prácticos que eran los chinos ya en aquel entonces. El colchón grueso y muy amplio está situado sobre una tarima de azulejos que oculta un sistema de calefacción interno y que aún se puede usar en invierno, aunque ahora ya no funciona con carbón. Todo muy acogedor y muy chino. Casi me entraron ganas de estar allí en invierno para poder meterme en la cama con el calorcito de la tarima. Además, sobre la cama hay una práctica mesita de madera donde dejar las bebidas o los libros que estés leyendo mientras estés sentado o tumbado en la cama. La decoración de la habitación es como la cama: muy tradicional pero con mucho gusto. En nuestra habitación había una cajonera tradicional china de madera que no tenía ni un solo clavo ni tornillo, todas las piezas estaban encajadas, así que era una auténtica obra de arte. La única pega de la habitación era el baño, que era un poco pequeño y la ducha no estaba separada, es decir, para ahorrar espacio la ducha está en el techo y se moja casi todo el baño. Es comprensible porque las habitaciones del edificio original no incluían baño propio y al acomodar el hotel tuvo que hacerse así. Aun así, la habitación es tan bonita que no importa que el baño sea pequeño.
El personal del hotel es otra de las grandes bazas de este hotel, porque fueron de los que más nos ayudaron en todo el viaje. Nos resolvieron dudas, nos dieron un mapa e indicaciones, nos buscaron transporte para ir hasta la estación de autocares y hasta una de las chicas que ya se volvía a su casa volvió con nosotros al hotel para ayudarnos en unas gestiones.
Para terminar, es obligado hablar del restaurante. No solo es muy acogedor, es que es un oasis de tranquilidad, se está muy a gusto. La decoración está muy cuidada, tradicional china pero a la vez un poco "chic", y dan ganas de quedarse allí toda la tarde. Y la comida está buenísima, además.
Nos alojamos en una habitación doble, que en agosto de 2012 costaba 520 yuanes e incluye desayuno, y la verdad es que vale mucho la pena. No he estado en otros hoteles de Ping Yao, pero yo recomendaría este hotel a todo el mundo.


