Patrana es una deliciosa villa...
Patrana es una deliciosa villa alcarreña con aroma medieval. Junto a su renacentista Palacio Ducal, construido a mediados del siglo XVI, resplandecen la Colegiata, que alberga el Museo Parroquial, con una espectacular colección de tapices góticos, el Convento del Carmen, y –extramuros- el de San José, ambos fundados por Santa Teresa de Jesús por orden de la princesa de Éboli. A estos edificios se suman casas nobles como la del Caballero calatravo, la del Deán o la de la Inquisición; un pequeño Albaicín, donde moraron doscientas familias alpujarreñas llegadas en 1570 para trabajar en una fábrica textil; la gran Plaza de la Hora, la recoleta Plaza de Abajo y un entramado de callejuelas llenas de vida y encanto.
La villa ducal, fundada en el siglo XIII, debe a la princesa de Éboli -que fuera su primera duquesa- y a su descendencia gran parte de su magnificencia. De la famosa princesa, que nació en Cifuentes, estuvo presa en Santorcaz y murió en Pastrana, se cuentan muchas historias. Dicen que era bellísima a pesar de llevar un parche en el ojo -porque era tuerta, dicen algunos, porque era bizca, dicen otros-, que el segundo de sus seis hijos era fruto de sus amoríos con Felipe II, y que cuando se recluyó en el convento de Pastrana su comportamiento alocado provocó la huída en bandada de las escandalizadas carmelitas. Sus historias y su amor por las tierras de Guadalajara la convirtieron en un símbolo, en princesa alcarreña antes que nada. Y aunque de esto hace más de 400 años, su fantasma ronda los viejos sitios de los que fue ama y señora.
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