Tranquilo parque en el centro de la ciudad
Nos saltó, literalmente, al camino el parque de Cervantes. Cuando más embelesados íbamos, viendo cómo alternaba la antigua arquitectura de la rica Habana con los aberrantes edificios de la era Batista y como no de los sempiternos Castro, un claro entre el bosque de bloques y cemento se muestra como un oasis de paz en el ajetreo habanero.
Es curioso que aunque en su centro luzca la estatua del genial creador del Quijote, los habitantes de La Habana la conozcan por la Plaza de San Juan de Dios, ya que allí se levantaba el hospital que regentaba la Orden con este nombre.
Se hizo de manera rápida y poco eficiente por lo que según cuentan las condiciones higiénico sanitarias eran desastrosas, al extremo de que las personas evitaban caminar por sus alrededores debido al mal olor que salía de su interior.
Afortunadamente un derrumbe que no causó heridos, hizo que se decidiera su demolición, diseñándose el parque actual que se disfruta desde 1908.
Es una grata experiencia sentarse en sus bancos bajo la sombra de sus ya centenarios árboles a descansar y charlar con otros pasajeros de la vida...
