Un singular edificio del época rococó que no hay que perderse.
De todos los edificios de la ciudad de Oporto uno de los más bellos y menos conocido es sin duda el Palacio de Freixo. Situado en las afueras, queda un poco lejos de las visitas más habituales y en la actualidad es parte de un hotel del grupo Pousadas de Portugal; sin embargo, no hay problema para poder visitar la parte histórica y palaciega del mismo.
Hacia mediados del siglo XVIII fue encargado por un caballero de la Orden de Malta al arquitecto italiano Nicolás Nasoni, quien desarrolló gran parte de su vida y carrera en la ciudad portuguesa. A él pertenece también la afamada Torre dos Clérigos que, junto al Palacio de Freixo, son algunas de sus obras más importantes.
Situado en la ribera del Duero, el Palacio cuenta con unas magníficas vistas que le proporciona el hecho de estar situado en lo alto. Es un edificio de planta rectangular, con cuatro torres (una por esquina) y contrastado en los tonos blancos del enlucido y los grises de la piedra que, adquiriendo formas diversas decora y remata.
Cada una de las fachadas es diferente, muchas cuentan con motivos decorativos inspirados en el mar y sus habitantes y las formas sinuosas del Rococó están presentes en balcones, balaustradas, escaleras y demás elementos que no sólo son estructurales, sino que además decoran.
El interior del Palacio no decepciona ya que la imaginación también se abre camino en las pinturas al fresco, los estucos y espejos y ¡cómo no! los magníficos techos que sorprenden con trampantojos y colores imposibles.
Toda la creatividad del Rococó tardío se puso al servicio de este precioso ejemplo de la arquitectura civil portuguesa, única en su estilo y que sorprende al visitante por su suntuosidad, su buen estado de conservación y, sobre todo, su emplazamiento junto al Duero.