El chocolate como experiencia religiosa
Merece la pena ir a Ocumare por muchas razones. Es un templo para los amantes del chocolate. O más bien una pequeña ermita donde invocar a las innumerables posibilidades del chocolate.
Escondido en una pequeña calle del barrio de Torneo (muy cerquita del Guadalquivir) Ocumare es, sin duda, uno de los mejores lugares donde catar, experimentar y disfrutar con el chocolate. Así, como concepto extenso. Jose, el dueño, loco soñador de este proyecto, lleva años investigando esta materia prima.
Ha viajado por los lugares donde se cultivan los mejores granos de cacao y sirve en sus elaborados platos, verdaderos manjares, explosiones de sabor para los adormecidos (o no) paladares occidentales.
En un entorno minimalista, con precios algo más altos que la media sevillana, pero con una calidad que asustaría al mismísimo Willy Wonka. Su chocolate a la taza frío es una prueba de ello. Sus catas de chocolates por intensidad y fuerza también.
Desde hace poco, además, organiza cursos donde enseña sus secretos y experiencia a quien quiera y pueda gastarse un dinerillo.
La única pega a este lugar, es los dispares horarios de apertura, así como las temporadas que permanece cerrado (en parte por sus viajes de investigación a países africanos e islas paradisíacas) A día de hoy está abierto, pero merece la pena llamar antes para confirmar que no nos llevamos un chasco en la misma puerta.
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