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¿Cómo no escribí antes sobre Negril, si cu...
¿Cómo no escribí antes sobre Negril, si cuando sueño con una playa y absoluto relax mi cabeza vuela hasta este paradisíaco rincón caribeño? Además de su espectacular bahía de arena blanca, de su mar liso, transparente y cálido, de los sicomoros que luego del mediodía te dan la sombra justa para dormir una siesta en una tumbona, Negril es, por sobre todas las cosas, puro ritmo jamaiquino. Me refiero al reggae y al ska, que suenan todo el día, y al Don’t worry about a thing del gran Bob Marley, la única filosofía que rige la vida.
La carretera es la calle principal de Negril. El resto de las callecitas (por llamarlas de alguna manera) son en su mayoría peatonales y de arena y desembocan en la playa, porque es allí donde acontece la vida.
En la bahía turquesa te despiertas, en sus rústicos chiringuitos comes ensalada de aguacate y camarones, desde allí miras el fabuloso atardecer. En Negril te la pasas desde la mañana a la noche descalzo y en bañador. En pocos días tienes un montón de amigos: Auténticos rastafaris, músicos itinerantes, vendedores de fruta y pescado. Nadie te llama por tu nombre, eres Sister Moon para algunos, Dawn Light, o Morning Star para otros. La filosofía de Bob Marley es arrolladora, y poco a poco te gana. Así que te entregas. Comienzas a hacer todo más lento, descansas como en ningún otro sitio, y a la noche bailas descalza reggae o ska sobre la arena.
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