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En las últimas décadas, los museos se están dando cuenta de que para explicar la historia hay mejores formas que mostrar un mapa o exponer una maqueta. Si esta tendencia es cierta podríamos considerar a este museo uno de sus primeros y mejores exponentes en el mundo.
El Museo Judío abrió sus puertas en 1999 y desde entonces, muchos otros han seguido su ejemplo, tales como el Museo del Levantamiento de Varsovia (2004) o el Museo de la Paz de Hiroshima (2008).
A todos ellos los podríamos considerar museos vivos, cuya propuesta arquitectónica es tan importante como lo que contienen y en los que el visitante debe salir con la sensación de haber “sentido” más que con la de haber “aprendido”.
Se trata de museos interactivos, vivenciales en los que el visitante no puede conformarse con mirar, debe tocar, andar y escuchar.
En el Museo Judío de Berlín la arquitectura y sus cuidadas simbologías muestran y enseñan más sobre la situación de los judíos en Alemania que cualquier vídeo o fotografía de las que hasta entonces se habían expuesto.
Y es que los pasillos inclinados que hay que recorrer provocan la sensación de asfixia, inestabilidad y angustia que los judíos sintieron en esa Alemania que era para ellos un laberinto sin salida. Las grietas que cruzan la fachada parecen querer denunciar esa parte de la historia que dejó cicatrices reales en todo un pueblo. Penetrar en la Torre del Holocausto y encontrarse en una estrecha habitación a oscuras por la que sólo entra una debíl luz por la parte superior crispa los nervios de cualquiera. Pasear sobre las caras de hierro que chirrían bajo nuestros pies es aterrador a la parte que inevitable… Pero si algo destaca en este museo por encima del resto es el vacío, la ausencia que todos esos judíos berlineses desaparecidos dejaron en la ciudad. De hecho, durante los primeros años este museo estuvo abierto al público completamente vacío, sin exhibir ninguno de los contenidos que años más tarde llenan sus salas y es que el propio edificio cuenta lo que ese museo quiere contar.
Tras una visita al Museo Judío de Berlín el visitante no sabe más sobre qué ocurrió con el pueblo judío pero sí intuye toda esa angustia y desesperación que ese período de la historia de Alemania provocó.
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