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En las últimas décadas, los museos se están dando cuenta de que para explicar la historia hay mejores formas que mostrar un mapa o exponer una maqueta. Si esta tendencia es cierta podríamos considerar a este museo uno de sus primeros y mejores exponentes en el mundo.
El Museo Judío abrió sus puertas en 1999 y desde entonces, muchos otros han seguido su ejemplo, tales como el Museo del Levantamiento de Varsovia (2004) o el Museo de la Paz de Hiroshima (2008).
A todos ellos los podríamos considerar museos vivos, cuya propuesta arquitectónica es tan importante como lo que contienen y en los que el visitante debe salir con la sensación de haber “sentido” más que con la de haber “aprendido”.