Muelle de Bosch i Alsina
El Moll de la Fusta es un antiguo muelle que, desde hace varios decenios, fue reconvertido en espacio público con muy, pero muy mala suerte. Antes de las Olimpiadas del 92 se utilizaba como un espacio abierto para conciertos al aire libre. Tenía una enorme ventaja: Perfecta accesibilidad en transporte público. Pero tenía un enorme inconveniente: Estaba al lado del mar. Recuerdo un concierto a principios de los 80. Las lanchas de la Cruz Roja no daban abasto para recoger a los borrachines que se caían al agua...
Con la construcción de la Ronda del Litoral, una barrera casi infranqueable que volvía a separar Barcelona de su frente marítimo, se inició un ambicioso proyecto urbanístico que se saldó con un sonoro fracaso. Se remodeló la zona creando, un espacio en dos niveles, con puentes basculantes que permitían acceder al muelle. Inicialmente se llenó de restaurantes, algunos de ellos incluso famosos como el Gambrinus, pero, con el tiempo, la realidad se impuso. Era un lugar de acceso no muy fácil, especialmente en automóvil. La vida nocturna de la ciudad acabó por darle la espalda y todos los negocios terminaron por cerrar sus puertas.
Con la creación del Maremágnum y la renovación del Paseo Juan de Borbón, la zona ha vuelto a cobrar vida, pero para el Moll de la Fusta estas iniciativas de la década de los 90 llegaron tarde. Es un largo paseo, escasamente frecuentado, con inmejorables vistas a la fachada marítima de Barcelona. Un ejemplo preclaro de proyecto urbanístico ejecutado a destiempo...
Por cierto, el nombre populat de Moll de la Fusta (Muelle de la Madera) no tiene nada que ver con el hecho de que aquí se descargara la madera de los buques. Su auténtico nombre es Muelle de Bosch i Alsina, apellidos de un tal Rómulo Bosch i Alsina que fuera alcalde y presidente del puerto de la ciudad. Dado que sus apellidos se traducen al castellano como bosque y encina, la referencia a la madera es obvia...


