Homenaje a un golpista
En la plaza administrativa de San Fernando, junto a la calle Real que atraviesa el núcleo urbano a modo de travesía, se halla este monumento tan típico de épocas pasadas. Esta plaza se llamaba antes de España, ahora del Rey, y es una plazoleta similar a tantas plazas de nuestra geografía. Allí en un lateral el enorme ayuntamiento y en el centro esta composición que evoca tiempos pasados.
Es absolutamente normal ver a este jinete militar ocupando el teórico centro de la ciudad. San Fernando nació como ciudad cuando aquí se instaló la Armada. Ese hecho decidió su historia, pues rápidamente se hizo necesario construir viviendas, arsenales, fábricas auxiliares y todo tipo de edificios complementarios. De hecho aún queda en la ciudad un barrio naval, controlado por la policía militar y no por la local.
En una ciudad creada por el ejército era lógico que en su principal ubicación se colocara un monumento a la guerra. Para ello se eligió a José E. Varela, marqués de Varela de San Fernando, un importante personaje isleño.
Este general compañero de Franco, a quien laureló con una medalla, representa la esencia pura del franquismo y por ello muchas han sido las críticas a la existencia misma de este monumento militar en el centro de San Fernando.
Sin entrar a valorar si el monumento debiera o no ser retirado por la línea política del homenajeado está claro que su estética recuerda a otros tantos monumentos fascistas de los centros de las ciudades, por lo que resulta visualmente desagradable.
Varela participó en la sanjurjada y en cuantos levantamientos contra la República se sucedieron hasta comandar en el golpe de estado de 1936 la provincia de Cádiz. Franco le nombró ministro del ejército cuyo control ejerció hasta su retirada de la política. Su historia es una secuela de sangre y de terror, muertes pagadas siempre con medallas y condecoraciones. Entiendo que un personaje tan siniestro de la dictadura produzca resquemor en estos años de democracia.
Como suele suceder el autor de su monumento es anónimo. Nunca se desvelaban los escultores de estas composiciones, siendo su estilo muy similar. Un pedestal, a modo de ataúd, en cuyas caras hay distintas placas de bronce con altorrelieves que narran sus hechos militares y el personaje homenajeado sobre caballo, en este caso con las cuatro patas sobre el suelo.
El estilo del monumento es realista, sin la más mínima concesión a alusiones mitológicas.
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