La heroína de la cascada dorada
Como comenté en el anterior rincón, la catarata de Gullfoss estuvo a punto de desaparecer. Un equipo de inversores extranjeros buscaron la manera de convencer al entonces propietario de las tierras donde se encuentra la cascada para que les vendiera sus terrenos y construir un gigantesco dique, una presa que contuviera el salvaje y caudaloso río Hvitá.
Pero el dueño, Tomas Tómasson se negó en redondo, por lo que los avispados inversores recurrieron al gobierno, al que no pareció importarle demasiado la desaparición de la imponente y hermosa cascada. Pero de la sangre de Tómasson había nacido una heroína, Sigridur, que como una auténtica vikinga, caminó descalza hasta Reykjavik para protestar, llegando a amenazar con tirarse de cabeza a la catarata si no frenaban el destructor proyecto. Afortunadamente los inversores no pudieron pagar el arrendamiento y las cataratas se salvaron.