El impredecible mirador.
Si, impredecible, porque cuando uno piensa en un mirador, pues eso, se imagina una terracita, con buenas vistas, unos banquitos para descansar si el camino ha sido largo y una cntidad razonable o desquiciante de visitantes.
Pero Kapuziner es lo opuesto totalmente.
Primero el acceso, por la calle Stefan- Zweig- Weg, que se realiza por un pasadizo entre casas centenarias y que nos ofrece, nada más empezar un camino empinado y cubierto de nieve ( en mi caso), en verano seguro que debeis eliminar este obstáculo..
Segundo, como un Via Crucis de nuestra vida de viajero, debemos pasar por delante de cada una de las hermosas estaciones que jalonan el camino. Después de luchar contra la resbaladiza nieve, un Calvario nos espera para señalarnos el final del camino. Detrás de él, uno de los cenobios de los monjes capuchinos que hoy en día está en uso sólo para misas.
Frente a nosotros, la mejor y mayor vista de la ciudad de Salzburgo. Esa vista que sólo hemos visto en fotografías y películas, tan cerca que casi podemos tocarla.
A nuestros pies, el río Salzach, abrazando la ciudad, que se extiende a izquierda y derecha con sus edificios de cuento de hadas.
Vigilando toda la escena, la fortaleza de Hohensalzburg. enorme y poderosa, símbolo de los todopoderosos príncipes obispos de Salzburgo, que hicieron temer a los reyes por su cada vez mayor influencia y ambición.
La bajada recomiendo hacerla por unas escaleras que van a dar al río, y que nos pasan por delante de una imagen de un Cristo muy curioso, ya veréis porqué...