Sorpresas en la serranía alcarreña
Hola a todos,
Me estreno compartiendo rincones en mi nube con un pequeño y encantador sendero en los alrededores de Pálmaces de Jadraque. Este es un pequeño pueblo en la zona de transición entre la Serranía del norte de Guadalajara y las zonas de campiña a orillas del río Henares. Un interesante enclave rural, ideal para perderse un fin de semana y olvidar el bullicio de la vida diaria.
Su principal atractivo a nivel turístico es el Pantano de Pálmaces, que además es el centro de algunas competiciones deportivas de mucha solera en la zona, como son el Triatlón Alto Henares y la Travesía del pantano. También merecen interés la Iglesia, casas de arquitectura tradicional etc, pero bueno, eso será parte de otro rincón con el detalle que se merecen.
En este caso quería centrarme en la preciosa senda que recorre el río Cañamares, desde la presa hasta las cercanías del pueblo de Pinilla de Jadraque. Como veréis, es una ruta llena de sorpresas y de recompensas para el viajero o senderista que vaya con ojo avizor y tenga gusto por los detalles. Por su longitud se puede hacer a pie, aunque también es muy agradable realizarla con la bicicleta de montaña. El sendero está marcado como parte de la ruta del Cid / GR 160
La mejor forma de empezar la ruta es en la presa del Pantano de Pálmaces, situada a 3 Km del pueblo. También se puede andar hasta ese punto por la tranquila carretera que bordea el pantaono. En la parte de arriba se puede aparcar sin el menor problema. En este punto, podemos detenernos a disfrutar del trabajo hecho con la presa y las impresionantes formaciones de roca que vemos salir de forma completamente vertical encajonando el valle del Cañamares una vez fluye libre del muro del embalse.
En estas rocas está una de las primeras sorpresas de la Senda. Desde hace unos años y gracias a la labor de ICONA, se han repoblado Buitres en toda la zona y hay muchos de ellos que anidan en estas rocas en los alrededores de la presa. Hay que estar atentos para verlos, ya que su plumaje es el camuflaje perfecto para el terreno. Pero merece observar donde se posan en su vuelo y salirse algo del camino para poder alcanzar un mejor punto de vista.
Al principio bajamos desde la presa por una vieja carretera vecinal. Poco a poco nos iremos introduciendo entre las paredes verticales de roca que ha creado el río Cañamares a lo largo de miles de años de erosión. Según nos acercamos al curso del río, veremos que la vegetación se espesa y se convierte en la típica de las veredas, formada fundamentalmente por árboles de hoja caduca.
Tras aproximadamente 500 metros andando, acabamos por llegar al río. Aquí podemos ver como la naturaleza es capaz de “comerse” la obra del hombre, con los restos de algunas casas de la zona y de un antiguo merendero.
Justo cruzando un puente de cemento, accedemos a la otra orilla del Cañamares, pegados a las paredes de roca y nada más cruzar, veremos un sendero a mano izquierda encajonado en la vegetación que corre paralelo al río.
Este tramo encajonado, lleno de vegetación, le deberemos seguir durante un par de kilómetros. La umbría creada por las paredes de roca y los frondosos árboles, el sonido del correr del río y el mismo sendero que serpentea en su avance, hace que pasear aquí sea un auténtico placer. Especialmente en otoño, aprovechando la caída de las hojas de los árboles, todo este tramo del sendero adquiere una singular belleza.
Lo mejor por aquí es pasear y dejarse llevar. En un momento dado, veremos que el sendero/camino muere en el río y parece que para seguir hay que cruzar el Cañamares. Sin embargo, mirando a nuestra derecha entre la vegetación, podemos comprobar que el sendero continúa serpenteando a la falda de las paredes de roca.
Tras cerca de dos kilómetros, el sendero hace una amplia curva a la derecha y tras esto, hay que cruzar un arroyo a mano izquierda. Aquí acaba el sendero del río y salimos a campo más abierto, a una amplia pista de montaña. El paisaje cambia radicalmente, parece mentira que pueda hacerlo tanto en tan poca distancia. A nuestra izquierda, el valle del Cañamares más abierto con cultivos en sus márgenes. A la derecha un bosque de carrasca, quejigo y encina que escala las laderas de unos montes que nos acompañaran hasta el pueblo de Pinilla de Jadraque.
En esta zona nos podemos encontrar con otra de las sorpresas del recorrido: rebaños de ovejas con sus pastores, como testigos de lo que fue la sangre económica de la zona durante siglos. Si tienes la suerte de encontrarte con un rebaño, déjalo pasar y disfruta con una actividad milenaria en vías de extinción, ya que quizás sea la última vez que puedas verlo en persona.
Continuando por la pista, aunque el tramo no tiene el encanto de la senda encajonada de los primeros kilómetros, no deja de tener la belleza agreste y en cierta manera inhóspita de estas tierras.
Tras aproximadamente un kilómetro, nos encontramos con otra de las sorpresas del recorrido: las ruinas del monasterio abandonado de San Salvador, del Siglo XIII y perteneciente a la orden del Císter. Hay que tener cuidado de no pasarlo por alto, ya que se encuentra en una pequeña meseta a la derecha del camino y que si no se está atento es fácil de pasar por alto.
Un rincón caído en el olvido y que desgraciadamente, además de las cicatrices del tiempo, muestra la de los vándalos de nuestros días en forma de destrozos y pintadas.
De alguna manera, en la pradera que se encuentra entre los restos de los diferentes edificios del monasterio se respira una enorme paz. Dan ganas de tumbarse boca arriba, cerrar los ojos o mejor, abrirlos sin ningún punto fijo en los limpios cielos que nos cubren y simplemente respirar, dejar que nuestra mente se relaje.
De vuelta a nuestro camino principal, ya queda poco para llegar a Pinilla de Jadraque. La pista se vuelve más pedregosa, atravesando el bosque de carrasca y monte bajo que nos acompaña en todo este tramo. Finalmente, en un corto descenso llegamos a Pinilla de Jadraque. Un pueblo quizás menos vistoso que Pálmaces de Jadraque por la más descuidada arquitectura de sus casas y edificios, pero que esconde la última sorpresa del recorrido: la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora, con secciones de la misma procedentes del S XVI y con destacable pórtico que nos ofrece una fresca sombra en verano o cobijo si la lluvia a acompañado nuestro camino.
Aquí acaba la senda propuesta. En total 4,5 Km desde la presa de Pálmaces. Un recorrido corto pero que ofrece una sorprendente variedad de paisajes y de detalles que harán que esta ruta se quede en nuestra mentes durante mucho tiempo. La vuelta se puede hacer por el mismo camino de la ida sin mayor dificultad.
Un par de cosas a tener en cuenta respecto a la ruta:
1. La ruta no tiene ninguna dificultad técnica ni física y es apta para todas las edades.
2. Da igual empezar desde Pálmaces o Pinilla. En verano más recomendable en Pálmaces ya que podemos cerrar la excursión con un baño en el pantano.
3. No hay agua en todo el camino excepto en los pueblos, por lo que hay que llevarla encima, sobre todo en verano
4. Aproximadamente se necesita 2:30 horas en hacerla ida y vuelta, a lo que hay que sumar el tiempo que dediquemos a las paradas.
5. Ni en Pálmaces de Jadraque ni en Pinilla hay restaurantes. Una buena idea es empezar la ruta por la mañana para poder estar de vuelta antes de comer en los coches de apoyo y disfrutar de un tradicional cabrito asado de la zona en Atienza o Jadraque. Es recomendable reservar antes en fin de semana.
Espero que la ruta os haya gustado. Si buscáis lugares diferentes y alejados del mundanal ruido, es sin lugar a dudas una opción ideal para disfrutar del encanto del norte de la provincia de Guadalajara.
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