La Digue a otro ritmo
Tras acceder a la isla a través del Ferry que le une con Praslin, nuestra primera sorpresa es que la gente se mueve en bici. No existen casi coches y es el transporte habitual en este pequeño rincón del mundo. A dos pedales iniciamos la ruta y nos encantó.
La isla es muy pequeña, una perla muy cuidada y con excepcionales playas. Gente amable que vive y deja vivir. Los pescadores llegan al atardecer en sus pequeñas barcas de madera y anuncia sus capturas con una caracola, entonces llegan los vecinos a comprar pescado fresco. Esto es muy especial.
Viven volcados al turismo que yo diría abunda más que la propia población.