Kathmandu

Mítico, ansiado, soñado. Llegué a Kathmandu en bus desde Pokhara, luego de un apasionante trek de cuatro días por el Annapurna. Hacía ya dos meses que viajaba con mi mochila a cuestas. Había recorrido el norte de la India, y a pesar de que todo el viaje había sido increíble, había dejado la capital de Nepal para el final. Como el postre, como ese pedacito de chocolate que reservamos en la mochila para endulzar la boca, como esa copa de buen vino para el final de fiesta.

Las viejas y estrechas callejuelas que recorren el área entorno a Kastahamandap constituyen el núcleo primigenio entorno al cual se desarrolló el Katmandú medieval. Entorno a esta zona la vieja ciudad se fue desarrollando de forma radial y así en años sucesivos vieron la luz el Palacio Real y la plaza Durbar.

Paseando sin prisa por la diagonal que arranca de Kastahamandap y atraviesa AsanTole, el viejo Katamandú discurre destilando un aire rural que resulta embriagador si se sabe respirar sin prisa. Notables edificios de aire palaciego nos acompañan en nuestro paseo, mientras aquí y allá se suceden bellas fachadas adornadas con ventanales profusamente labrados, plazas en las que fuentes, monumentos y pequeños templos compiten en singular belleza.

Nepal, tierra de altas montañas, de caminos que no tienen fin pero siempre te llevan a un destino. Santones sadhus, monjes budistas, yaks, tradición, amor por la vida, la cuna del budismo, ... Kathmandu, Baktapur, Pokhara, Patán, Jomson, Muktinath, El círculo del Annapurna, el Everest, ... Todos estos destinos dignos de tocar el cielo! Om maní padme Hum!!