Una maravilla inesperada
La verdad es que no pensábamos visitar este rincón de la verde Irlanda, ni siquiera habíamos echado un vistazo para ver cómo era.
La intención era, si teníamos tiempo, coger un barco y acercarnos hasta los islotes de Skellig, un minúsculo archipiélago donde vivió una comunidad de monjes en absoluto aislamiento. Hoy en día decenas de especies de aves son sus únicas habitantes, pero ellas y los monjes fueron razones suficientes para convertir a las islas en Patrimonio de la Unesco.
Desgraciadamente el tiempo no fue suficiente, así que decidimos explorar esta maravilla de isla.
Unida a Irlanda por un puente que parece flotar sobre el canal de Portmagee, la parte occidental de la isla está dominada por los áridos acantilados de Bray Head que nos regalan unas vistas espectaculares de la costa de Kerry, mientras que el suave efecto de la corriente del Golfo otorga un clima cálido y una vegetación exuberante y colorida a la isla.
La dureza de la roca en la zona es tan legendaria que todavía hoy existe una importante cantera en la parte norte de la isla que se inauguró en 1816. La famosa pizarra de Valentia se ha utilizado en muchos edificios importantes como la Casa de los Comunes en Londres.
Suerte tuvimos con ese día de mayo que visitamos la isla, ya que el caprichoso sol, dejó de esconderse tras las nubes para regalarnos una mañana espectacular, con unas vistas inolvidables y sobre todo inesperadas.