¿Por qué será que a algunos nos gusta el...
¿Por qué será que a algunos nos gusta el extremo de los extremos? Estaba en Sicilia, en medio del Mediterráneo, y decidí desde Trapani tomar el alíscafo hasta Favignana, una de las cuatro islas Egadi. En veinte minutos estaba aún más lejos de Europa y más cerca de Túnez.
Favignana es minúscula, una montaña que emerge del mar, y en cuatro horas le di la vuelta entera en una bicicleta alquilada. Lo más fascinante que tiene Favignana, aparte de sus calas, sus acantilados, su soledad, y su mar transparente y cálido, es su historia. Toda la isla está llena de vestigios de una ciudad cartaginesa enorme que existió allí. Favignana está toda horadada: Las casas en vez de huerto o jardín tienen unos agujeros de varios metros donde hay ruinas, ruinas y más ruinas. La zona más espectacular es Cala Rossa, llamada así porque hace diecinueve siglos –nada menos que durante una de las guerras púnicas- el mar quedó teñido de rojo con la sangre de cientos de cartagineses muertos.