El centro de Lausana
Saint François se esconde, no se si por tímida o por modesta. Lo cierto es que puedes pasar por su lado sin darte apenas cuenta, pensando que es una pequeña capilla, o una iglesia sin importancia.
Hasta que miras al cielo y ves su torre dominando el centro de la ciudad, el corazón del Bourg.
Y eso que lleva, como buen templo gótico que es, en el mismo sitio desde el siglo XIII, brillando en la actualidad tras una perfecta ( adjetivo nada extraño en Suiza ) restauración que la ha hecho aún más atrayente y atractiva.
Por fuera es recia, robusta, de contrafuertes bien plantados y con una torre campanario un poco más tardía, dos siglos, y una aguja de otros dos posteriores. Cuando la vemos por primera vez, nos extraña encontrar ese pequeño castillo en medio de la ciudad, pero luego la encajamos perfectamente y vemos como es el núcleo de su barrio, de su ciudad.
Desgraciadamente, de su brillante pasado franciscano poco queda, y menos aún del convento que un día fue.
No hay que culpar a nadie, pero el ejercito reformista del Oberland llegó como un vendaval y cerró monasterios y expulsó a las órdenes religiosas que los mantenían. Las iglesias fueron despojadas de toda su imaginería religiosa y ornatos con lo que limpia y desnuda se convirtió en la iglesia parroquial de la Ville Basse- (ciudad baja).
No hace falta recurrir a las leyendas para darle el empaque que el templo tiene, ya que por ejemplo, está históricamente probado que en 1664, John Lisle , un inglés ex magistrado del rey Carlos I, que había huido a Lausana, fue asesinado por los esbirros de los Estuardos dentro de la Iglesia, así que puede que incluso cuente con un fantasma. Fantasma que a lo mejor se sienta a descansar y ver pasar los siglos en la sillería que se conserva en el presbiterio y que data del siglo XIV. ¿ Quién sabe?
En la actualidad, sirve más de espacio expositor que de centro de culto y aunque nos choque, hay que reconocer que como pequeño museo no lo hace nada mal...


