Una iglesia mudéjar maravillosa
Una de las claves de la identidad aragonesa es el arte mudéjar. Los musulmanes llegaron aquí a principios del siglo VIII y siguieron estando hasta 1610, año de la expulsión de los moriscos. ¿Cómo fue cambiando la situación? En un primer momento gran parte de Aragón quedaba dentro del califato de Córdoba, aunque después de año 1000 aquel estado se descompuso en multitud de pequeños reinos de taifas, de los cuales el de Saraqusta (la actual Zaragoza) era uno de los más grandes. Mientras, en el Pirineo nacía un pequeño reino cristiano que pronto iba a empezar su expansión hacia el sur. ¿Qué pasó cuando los cristianos empezaron a conquistar tierras de los musulmanes? Pues que algunos se fueron, pero otros muchos siguieron viviendo bajo sus nuevos señores. Son ellos los que conocemos como mudéjares, los musulmanes que siguieron viviendo en tierra de cristianos durante siglos y que cuando las cosas empezaron a asentarse se dedicaron a hacer todo tipo de construcciones para ellos. Eso sí, en aquello edificios (iglesias, sinagogas, mezquitas, casas, palacios, catedrales...) mezclaron el arte de los cristianos y de los musulmanes y nació algo nuevo, que es lo que conocemos como arte mudéjar.
Todo el conjunto del arte mudéjar aragonés, que se encuentra sobre todo en las provincias de Zaragoza y Teruel, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Por todas partes, especialmente en los valles del Ebro y de sus afluentes por el sur, se encuentran torres con una decoración de ladrillo delicadísima, fachadas recubiertas de cerámica que brilla al sol... Sin embargo, lo que no es tan habitual es que ocurra lo que en la iglesia de Torralba de Ribota, que se conserve toda la decoración interior, tanto la pintura de los muros y las bóvedas como los retablos góticos o la maravillosa techumbre de madera del coro. Si tenéis ocasión, no os la perdáis, porque es una iglesia simplemente fascinante.
Por cierto, a dos o tres kilómetros hay otras dos iglesias mudéjares maravillosas, las de Aniñón y Cervera de la Cañada, y a menos de diez minutos está Calatayud con sus espectaculares torres.
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