El hotel que no volveré nunca
Se encuentra a unos 15 minutos en coche desde Burgos y a unos 5-10 minutos a Atapuerca. Sin duda, una buena ubicación si tu idea es visitar los yacimientos. Pero, después de la estancia que vivimos, hubo una serie de detalles que nos decepcionaron bastante.
Llegamos al mediodía, y a primera vista, el exterior, es como un restop con un amplio aparcamiendo muy descuidado (charchos, barro…). Nada más entrar, nos dirigimos a la recepción. Estaban las luces apagadas y no había nadie. Su aspecto era como si estuviera cerrado. La mujer de la limpieza que casualmente pasaba por allí, nos dijo que nos atenderían en el bar. Fue entonces cuando descubrimos que el único camarero que se encarga del bar, era también el que se encarga del hotel. Hay que decir que el chico que nos atendió era muy majo y nos recomendó algunos lugares para visitar en la zona.
Subimos a la habitación. Aunque de entrada, olía bien, el suelo estaba sucio, había telarañas en el techo y las ventanas parecía que no las habían limpiado nunca. Además, hacía un frío terrible. Encendimos la calefacción y lo pusimos a 22ºC. Pasó el tiempo y aquello no calentaba nada. Fuimos subiendo la temperatura hasta poner en 32ºC ¡y seguía sin calentar nada! Lo más curioso fue cuando encendimos la televisión. Aparte de que solo funcionaban 2 canales, al pulsar los botones de la calefacción ¡se activaba el teletexto de la tele! Una cosa muy extraña. Lo más descarado fue cuando vimos la tarjeta del hotel y la información del hotel que viene tras la puerta. Como puedes ver en la foto, en una ponía que tenía 2 estrellas y en la otra 3. ¿En qué quedamos?
Llegó la hora de la cena. Bajamos al bar y ya no estaba el chico de antes, en su lugar estaba un señor sin muchas ganas de trabajar, o por lo menos eso es lo que aparentaba. El menú era el siguiente:
Ensaladilla rusa con tostadas.
Sopa de marisco.
Carne de cerdo con patatas chips.
Flan.
Tal y como nos esperábamos, el señor que atendía la barra del bar así como se encargaba del hotel, a ratos también era el que atendía las mesas a la hora de cenar. Empezó por servirnos la ensaladilla que estaba bastante bien. Después, vino con el cazo de la sopa que nos sirvió en la mesa. No sé si era la primera vez que servía una sopa, pero nos la sirvió como si fuera sidra, salpicándonos por todas partes. Empezamos a comer, y aparte de unos pocos calamares que le daban nombre a esa “sopa de marisco”, tenía un montón de macarrones medio derretidos como cuando los cueces demasiado y se te quedan rotos de lo blandos que están. Antes de terminar de comer, la cocinera salió a recogernos los platos, cosa que creo que nunca hay que hacer, pero bueno, como la sopa no me estaba gustando nada realmente me hizo un favor.
Llegó el segundo plato, la carne de cerdo con patatas chips. Nos lo sirvió otra camarera que llegó más tarde. Vino con los platos, nos miró, le dejó a Aritz un plato donde había más cantidad y a mí me dio el que tenía menos mientras decía “bueno este para ti que tendrás menos hambre”. Esto ya es el colmo. ¿Cómo que “tendrás menos hambre”? Creo que una camarera nunca debe decir algo así a sus clientes. Y no solo eso, porque de patatas chips nada, eran cuatro trozos de patatas panadera sin hacer, con dos trocitos de carne de cerdo que por dentro estaban crudos. Ya nos sentíamos tontos por estar sentados allí.
De postre nos comimos un flan y decidimos irnos sin tomar café.
Después de esta experiencia, no nos extrañó nada el hecho de que no hubiera aparcado ningún camión fuera, es lo que siempre dicen “si hay muchos camiones aparcados, es que ahí dan de comer bien”.
Lo único bueno que puedo destacar sobre este sitio es que en el baño tienes una ducha hidromasaje que sorprendentemente funciona perfectamente. Pero no compensa, en absoluto.
