BAÑO CON SHIVA EN EL RIO RAPTI.
Medio día. Volvíamos de nuestro primer safari del día a lomos de Shiva; una delicada elefanta conducida por su joven “mahout”, Ramesh. Shiva es un ser entrañable que nos dió, en apenas tres horas, sobradas muestras de su inteligencia. Recién iniciado el safari, a tan solo un centenar de metros, Shiva, con su frente apoyada en la corteza de uno de los esbeltos árboles que emergía de la marisma se negó a proseguir. Ramish insistió con golpes de su bastón metálico entre sus orejas, pero Shiva, impasible, se negó a proseguir. Ramish, profiriendo toda suerte de exclamaciones indescriptibles insistió nuevamente, pero Shiva, impertérrita ante el castigo se negó a proseguir, barritando. Entonces Ramish se dirigió a nosotros: “Me está diciendo que tenemos el peso mal distribuido, tenéis que cambiar vuestras posiciones y repartir mejor vuestros pesos”. Pocas veces me he sentido tan seguro, en un territorio ajeno, como a partir de ese momento a lomos de Shiva.
Proseguimos por la extensa planicie de marismas y espesos herbazales de la jungla del Parque Nacional. Shiva, siempre, muy precavida, pero haciéndose respetar. Cuando avistábamos un rinoceronte, avisaba con un sonoro barritado de nuestra presencia sin detener la pausada marcha: “Aquí estamos, hazte a un lado”.
Hacia el final del safari, el cadencioso vaivén de Shiva nos llevó hasta la riba del río Rapti, allí donde la calle principal de Sauraha, puerta de acceso al Parque Nacional, desemboca en sus márgenes y donde los boungalobs del River Side, nuestro hotel, se emplazan. Ese es el lugar de encuentro, al medio día, de muchos de los elefantes que retornan sudorosos de sus safaris de la mañana para disfrutar de la agradable recompensa del baño.
Shiva con todas sus varias delicadas toneladas jugaba a dejarse caer, unas veces y a proyectarnos otras, sobre las aguas del río Rapti. Nosotros emergíamos a la superficie turbia entre sus patas, sin el más leve contacto ni roce.
Hoy, ahora, me siento incapaz de comunicar tantas y tantas sensaciones, pero muy en especial la del contacto de su arrugada piel con mi pecho, cuando yo ebrio de tantas experiencias y consciente de que estas se estaban acabando, me tendí sobre su lomo, agradecido a la vida.
Aquel baño con Shiva con seguridad que lo recordaremos el resto de nuestros días.
Marzo 2011