Maravilloso hotel en pleno centro de Córdoba.
Hay hoteles que dejan huella por una u otra razón y este es uno de esos. En el año 2007, en la Semana Santa estuvimos unos cuantos días en él. Lo habían abierto muy poco antes y se le notaba algo la falta de rodaje, sin embargo fue una estancia memorable ya que era el primer viaje turístico que hacíamos con nuestro peque, que por entonces tenía 7 meses.
El hotel se sitúa en el casco histórico de Córdoba. Siendo una ciudad Patrimonio de la Humanidad. Este hotel perfectamente situado, rehabilitado y ambientado, es ideal para conocer el casco histórico y disfrutar de su ambiente.
Se reparte el alojamiento entre varios edificios que conforman la antigua construcción y que se enlazan mediante patios a cada cual más recoleto. En unos suena el rumor del agua, se huele el azahar de sus árboles, en otros una piscina de lo más apetecible nos dejó con las ganas de que hiciera calor para probarla. La habitación era muy amplia, con una cama estupenda y muy, muy cómoda. Como detalle de bienvenida, en una bandeja de cristal había dátiles, almendras y pétalos de flores comestibles.
El baño era muy amplio y confortable y los artículos de aseo de la marca griega Korres, que vigila especialmente sus ingredientes.
Los salones del palacio eran igualmente bonitos. Con elementos decorativos originales del palacio, como estucos y arabescos, se combinaban estupendamente con lámparas de diseño contemporáneo y confortables sofás de terciopelo. Recuerdo especialmente el patio acristalado central que sirve de espacio para desayunar y que conserva en las paredes frescos de la época barroca.
El desayuno estaba muy cuidado, con zumos naturales variado y exquisiteces de todo tipo. El spa, en el subsuelo con diferentes piscinas bajo un techo abovedado completaba el ambiente de lujo sencillo de todo el hotel. Vamos, que daban ganas de quedarse siempre allí.