Un lugar perfecto para desconectar
Cuando vas conduciendo por tierras de Barcelona en busca de este hotel tienes la sensación de que nunca vas a llegar a él. Entras en Cervelló y las señales te van indicando la ruta que debes seguir para llegar a Can Rafel. Una calle, una curva, una cuesta... Incluso puedes pensar que te has perdido en vista del largo camino. Y es allí, cuando tras una curva, aparece este hotel.
El paisaje que le rodea es una maravilla. Un campo del golf y verdes montañas regalan al cliente las mejores vistas. Por si esto fuera poco, el hotel es un regalo. Jardines cuidados, salones para los clientes, estancias con muebles antiguos y retratos de familia...
Yo me alojé en la habitación 201, y aunque no era excesivamente grande si resultaba cómoda. Una acogedora cama, un sofá orejero y un escritorio formaban el mobiliario.
El baño, con todos los sanitarios contaba con distintas amenities, grandes toallas y secador de pelo.
Me parece un lugar perfecto para desconectar unos días y disfrutar de buenos paseos, rica comida y buena lectura sentado en esa terraza que tiene con preciosas vistas.
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