ANADEL
Fantástico
Su ubicación no podía ser mejor, la amplia habitación y su cristalera daba al Rhin (hay que pedirla), ver amanecer desde ese lugar es una maravilla, y además tener la catedral a cinco minutos otro valor añadido.
Y es que tiene deficiencias, como su minúscula recepción dando a un callejón, o la anticuada escalera, pero todo eso son minucias.
Alrededor hay montones de restaurantes y sitios de copas, y desde allí llegas a los tres mercadillos de Navidad más bonitos y grandes de la ciudad, era ese uno de los motivos del viaje.
Servicio además atento y el desayuno más que aceptable,
Aunque no tienen dulces.
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