Un hotel en pleno centro de Avignon y con emplazamiento en un lugar histórico
En pleno centro de Avignon, justo a 5 minutos de la estación de ferrocarril (no la de alta velocidad, que pilla más lejos), se encuentra una pequeña calle que sale a mano izquierda del bulevar principal que lleva a la Plaza del Reloj. Al final de esta calleja se encuentra el antiguo seminario de jesuitas que hoy en día alberga la sede del Festival de Avignon a un lado y al otro, el Hotel Cloitre Saint Louis.
Se trata de un establecimiento a medio camino entre lo clásico y lo moderno. El precioso claustro de corte clasicista alberga una fuente y en torno a él se situaban las antiguas habitaciones de los seminaristas. Hoy en día, el hotel ocupa el lado derecho del mismo y el desayuno se sirve allí, con una luz increíble que entra a raudales.
Varios salones, puestos con mucho gusto se suceden en el edificio antiguo, mientras que la gran mayoría de las habitaciones se reparte en un anexo hipermoderno, aunque algunas también en la zona antigua.
Nuestro cuarto era de los superiores, ya que necesitábamos una cama extra para el peque. Era muy amplia, contaba con un balcón al que casi no pudimos salir por culpa de los mosquitos, estaba decorada en tonos rojos que le aportaba calidez.
El balcón daba a un patio interior ajardinado, muy verde durante todo el seco verano provenzal a base de riego casi constante.
En el ático se puede usar una pequeña piscina para refrescarse y ver la cercanía de la cúpula de la iglesia del antiguo convento aunque aquellos días los inoportunos mosquitos no nos dejaron disfrutarla.
A la hora del desayuno, que era bastante completo, echamos de menos la reposición frecuente del zumo y los dulces, por lo demás estaba bien y el personal fue amable.