Fernando Almenar
Un día sin carreras
Resulta que en Beaumont hay un hipódromo. Y nosotros no nos podíamos ir sin verlo.
Llegamos a la puerta y preguntamos si se puede visitar, nos dicen que pasemos sin problema.
¡Que emoción!, la verdad, nunca hubiera pensado visitar un hipódromo.
Cuando estábamos en la pista de carreras, daba la sensación de que en cualquier momento iban a pasar al galope diez o doce caballos azuzados por sus jinetes. Pero no, ni de casualidad.
En el hipódromo en esos momentos no había ningún animal que se pareciera a un caballo excepto nosotros.
Estuvimos tomando una cerveza en el bar y nos fuimos, no vaya a ser que nos ensillen.
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