Roberto Gonzalez
En un baño eterno
Esta original y al tiempo divertida pero inquietante obra de arte, aparece ante nuestros ojos como si se tratara de un guiño un poco satírico a los miles de turistas que cada año vienen a la isla de Tenerife en busca de descanso y calor para sus entumecidos huesos nórdicos.
Sinceramente, no está bien situada, más bien con calzador, en el espacio que previamente se concibió como jardinera y luego se ofreció al escultor Guillermo Batista para su gigantesca fuente-piscina de 12 metros de largo por 8 de ancho. Esto hace que choque un poco encontrarla en el lugar que ocupa aunque la mirada se dirige inmediatamente a sus protagonistas.
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