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Frontera bethel

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2 opiniones sobre Frontera bethel

Si tu destino es Flores, y vienes de...

Si tu destino es Flores, y vienes de Palenque o de Chiapas por el río Usumacinta, pasarás por esta frontera y tomarás el bus hasta Flores. Os cuento mi aventura:
Embarcamos en una larga canoa y nos dirigimos hacia Bethel desde frontera Echeverría (mirar en Palenque) por aquel hermoso río selvático, el Usumacinta. De nuevo Marta y yo marchábamos solos. ¿He dicho solos?, pues no, también viajaba una japonesa en la barca, ya te digo que ha de haber uno o una en cualquier rincón del mundo, por muy recóndito que sea.
Tardamos 35 minutos en llegar a la sucia y pobre localidad fronteriza de Bethel. Todo estaba lleno de lodo ya que había llovido mucho los días pasados. Pobre Joan y May en el camino a Bonampak, si nosotros nos pusimos de barro hasta las orejas sin que hubiera llovido no me quiero imaginar cómo se iban a poner, espero que tuvieran calzado de recambio. Cuando desembarcamos la japonesa comenzó a subir hacia el pueblo antes que nosotros pero rápidamente le seguimos detrás. Íbamos intentando pisar el menor barro posible cuando vi caer una mochila al suelo. Se trataba de la mochila de la japonesa, la chica iba delante de ella pero el bulto era tan grande que ella casi no se veía. Total que japonesa y equipaje dieron de morros contra el suelo. Le ayudé a levantar lo más rápido que me fue posible pero el daño estaba hecho, la pobre estaba casi histérica por verse teñida de color marroncillo. Seguimos andando y aparecieron las primeras cabañas del pueblo, desde una de ellas nos llamó un oficial de aduanas para que pasáramos el control de inmigración. Una de estas barracas cutres era el puesto fronterizo, es increíble. El oficial sentado tras una gran mesa no paraba de fumar mientras ojeaba nuestros pasaportes, echaba el humo y nos miraba directamente a la cara mientras se cercioraba que nuestros rasgos faciales coincidían con la foto del pasaporte. Una vez ojeada enteramente la documentación la selló y nos reclamó 6 U.S $ a cada uno por impuesto de entrada. Nosotros pese a saber que en todas las fronteras terrestres se paga este peaje preguntamos el por qué y nos contestó que porque así se hace y así se hará y nomás. Lo mejor era pagar sin rechistar. También cambiamos unos pocos dólares por quetzales que es la moneda oficial del país, en esto entró la japonesita y fue el hazmereir de los de aduanas. ¿dónde se metió guayabita que viene llenita de barro todita? Y se reían.

Montamos en el único autobús que estaba parado en aquel barrizal. No podía ser otro, sólo hay una carretera hacia Flores, mejor dicho, no hay otra carretera más que esta que se dirija a algún lugar cerca de la civilización, estábamos en la región del Petén el departamento más grande de Guatemala y que está situado en la zona nororiental del país donde predomina la selva y las pocas carreteras están sin asfaltar. El autobús estaba muy sucio por fuera y más que asqueroso por dentro. Pusimos las mochilas en un compartimento cerrado en la parte trasera del camión y nos sentamos esperando que saliera lo antes posible para alejarnos de aquél pueblacho. Sólo había un bus diario hacia Flores y era el de las doce de la mañana. Comentamos que si lo hubiéramos perdido tendríamos que haber dormido en aquel lugar, de pensarlo se nos ponían los pelos de punta. Hasta las doce y media no salió y eso que a en punto ya estaban todos los asientos llenos. Sólo salir del pueblo ya subieron dos personas que se quedaron de pie en el pasillo, luego tres más, después dos, mas tarde cuatro, etc... El autobús iba completamente abarrotado y siempre quedaba más sitio, al menos eso le parecía al copiloto que siempre repetía “suban nomás al fondo hay sitio, apúrense, hagan el favor de juntarse poquito más”. Os aseguro que he viajado en camiones y gua-guas por Centro y Sudamérica pero jamás había visto un bus tan lleno de gente. Más que un viaje a Flores parecía un intento de récord Guinnes en capacidad de carga de un autobús. En fin, hasta que estalló una rueda y tuvimos que parar en la cuneta. Pude ver entre los cristales y los brazos y cuerpos que tenía alrededor cómo bajaban cinco hombres a mirar el calibre de la avería. Se quedaron mirando la rueda unos tres minutos sin que nadie dijese nada hasta que el conductor rompió el silencio diciendo “así seguimos, así llegaremos pues”. La rueda por suerte era la interior y no nos pasó nada porque Dios no lo quiso. Inocentes de nosotros pensamos que de ahora en adelante ya no pararían para que subiera más gente, que ilusos. El reventón era algo previsible porque entre el peso del camión, de la cantidad inhumana de gente hacinada en su interior, las maletas, mochilas, sacos de patatas, gallinas y qué se yo en el compartimento de equipajes, todo el camino lloviendo y la carretera llena de baches y sin asfaltar aún no entiendo como el autobús no explotó. Y digo autobús por llamar de alguna manera a ese camión de ganado. Este calvario duró 130 km nada más y nada menos, o sea, cuatro horas y media de viaje contadas minuto a minuto por nosotros. Y menos mal que íbamos sentados, mucha gente hizo todo el trayecto de pié aguantando estoicamente baches y curvas.
Aleluya, hemos llegado a Santa Elena que es el final del camino.
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Información Frontera bethel

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