Fougeres

En cuanto uno llega a Fougères, lo primero que ve es una impresionante silueta de granito. Y sin saberlo, estás ante mil años de historia.

Pasear por las calles del casco antiguo, el barrio más antiguo de la ciudad, resulta agradable ya que la temperatura suave te invita a descansar en las terrazas de algunos bares y cafés para probar algo de gastornomía típica bretona. Entre sus casas medievales de entramado de madera, la vida de Fougères parece seguir un ritmo constante. Para sumergirte en la época dorada de Fougères, debes ver el espectáculo de luz y sonido que ilustra la visita del castillo y narra la historia desde el año 1000 al 1500.

El centro de la ciudad de Fougeres es muy agradable. Cuando visité la ciudad, hacía un día soleado y caluroso por lo que pude sentarme en una terraza para tomar una copa y escribir mis postales. Los comerciantes eran muy simpáticos y la gente muy amable. Es un pueblo preciosos, con su fuente en la plaza y el calor de sus gentes.

Sin su castillo quizá no sería igual de importante, aunque la parte vieja de la ciudad por si misma ya merece una visita. De su castillo que decir, una joya medieval en medio de la Bretaña.