Espacio de leyendas y paz
Llegar a este acantilado es imaginarse navegando en un gran barco que se adentra en agua del mar que lo rodea todo. Allí nos encontrarnos con este Faro del siglo XIX que reemplazó al primitivo, uno de los pocos que tiene farero según pueden ver por la casa y el pequeño jardín en macetas en algunas fotografías y fue también el lugar en el que originariamente vivían sus primeros habitantes. Aquí en el siglo XVIII había una garita o caseta para avistar naves lejanas, fueran estas amigables o invasoras. Vigilar el paso lento y cansino de las ballenas, delfines, cachalotes u otros cetáceos acercándose a la orilla en búsqueda del sitio apropiado para procrear y en días de tormenta y mar embravecido guiar a los pescadores para que llegasen a buen puerto pisando tierra firme y así depositar su preciosa carga que muy temprano en la mañana habían salido a pescar.