Pueblo de vocación minera
Entrar al pueblo de Real de Catorce, pasando a través del Túnel de Ogarrio, te transporta a otro mundo. Es entrar a otro mundo, como si pasaras por "el túnel del tiempo". Y es que este fue un pueblo fantasma, solo en las últimas décadas, y gracias al peyote, a la imagen de San Francisco que se venera en la Iglesia principal y al turismo, principalmente religioso y específicamente durante las fiestas del pueblo, ha salvado su condición de abandono aunque muestra en la mayoría de sus construcciones, el deterioro del tiempo y de su economía.
El pueblo de vocación minera, albergó en sus calles a miles de familias que se dedicaban a esta actividad; en su época de bonanza llegó a albergar a 14, 000 habitantes, para quedar solo un promedio de 250 en los años posteriores a la Revolución, cuando se abandonaron las minas y se destruyeron las haciendas de beneficio, donde se procesaba la plata.
El pueblo es impresionantemente rústico, guarda su aspecto milenario, sus casas, mal construidas porque los hombres se dedicaban mas a la minería que a la albañilería, aun muestran sus piedras, apiñadas, amontonadas, de manera que constituye todo un paseo caminar por el pueblo y admirarlas.
El pueblo de recorre andando, las calles son sumamente estrechas, por lo que es muy difícil transitar en autos; los lugareños caminan o usan el caballo.
Las calles son empinadas, difíciles de caminar, tanto por la inclinación y porque están empedradas; las banquetas escasean, pero es muy poca la gente que las transita.
Caminar por el pueblo, admirar las casas e imaginar historias de las familias que las habitaron, puede constituir una diversión, para viajeros como yo
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